Mari Carmen una toledana de pura cepa y gran amante del punto de cruz, ha retomado su gran afición despues de muchos años dedicados al cuidado de su familia.
Nació en 1961 en la calle de Las Bulas, en el barrio de la Judería. Se crió en la Casa de las Cadenas, un edificio que en la actualidad alberga el Museo de Arte Contemporáneo y aprendió a bordar en la Escuela de Arte, a 300 metros. cuando sólo tenía 11 años.
En 2013 retomó su afición y lo hizo a la grande: bordando casi 800 años de historia con la catedral de Toledo. Desde entonces y hasta el día de hoy, son dieciocho los cuadros a punto de cruz -y a un solo hilo- que adornan las paredes de su vivienda, ubicada en el barrio de Santa Bárbara. La temática no podía ser otra: monumentos y elementos relacionados con su ciudad natal, aunque también guarda con especial cariño bordados con la fotografía de sus padres e, incluso, de la fuente de la Cibeles, como buena madridista que es.
Reconoce que el punto de cruz «te tiene que gustar», porque es un «trabajo laborioso» y por lo que hay que emplear muchas horas. Ella dedica una media de entre tres y cuatro horas diarias.
Cita, como ejemplo, el cuadro de ‘ El entierro del conde de Orgaz ’ de El Greco, el bordado al que más tiempo le ha dedicado hasta la fecha: un año y medio . « Son 51 colores y tiene muchos detalles -explica-. Haces una cruz y tienes que cortar y así sucesivamente». Aunque lo más habitual son unos cinco o seis meses de trabajo.
Su casa se ha convertido en un auténtico museo del arte del bordado. En sus paredes cuelgan auténticas joyas, como son la catedral primada, una vista panorámica de la ciudad, la puerta del Sol, la puerta del Cambrón, el puente de Alcántara o el de San Martín, al que Mari Carmen le está dando sus últimas puntadas.